La puntualidad en la escuela es una actitud que se adquiere desde los primeros años de vida mediante la formación de hábitos en la familia, donde las normas y costumbres establecen horarios para cada una de nuestras actividades.
También es un reflejo de respeto al tiempo de los demás, ya que en la escuela y en la vida social, la puntualidad en la escuela es un signo de buena educación. Al ingresar a la escuela, se desarrollan todas las actividades de acuerdo a un horario que se establece en los reglamentos internos. Estos horarios permiten tener un orden, además que ayudan a la coordinación de las clases y descansos; todo esto consolida la actitud aprendida en el hogar. Sin embargo, en algunos casos hay personas que constantemente llegan tarde y, generalmente presentan excusas, por ejemplo, no sonó el despertador, mi mamá me retrasó, no pasó a tiempo el transporte, etc., y esto ocasiona un retraso para todos o distracciones que rompen con el orden de las actividades.
La puntualidad en la escuela y en general, es una regla que exige de la persona ejecutar determinada acción en un tiempo determinado, ya que aunque la acción sea realizada satisfactoriamente, desequilibra el balance de tiempo de todas las demás.
Ya sea en el trabajo, en la escuela, en una cita o en cualquier tipo de grupo social al cual se asista, la puntualidad es algo que debemos cumplir, pues todas las personas merecen respeto.
La puntualidad en la escuela se aprende, y nos enseña. Veamos sus dos caras. En cuanto a su aprendizaje, se trata de crear un hábito, que resulta importante en la vida. Por eso se debe impartir desde los primeros años. La escuela es un lugar ideal para hacerlo y para eso establece horarios fijos, con tiempos de clase y de recreo, de merienda y de juego, de estudio y de descanso. Esta segmentación es muy útil para crear una disciplina de trabajo.
La escuela utiliza la campana o el timbre para marcar los tiempos, pero sería mejor que enseñara a interiorizar y a respetar el tiempo, sin necesidad de señales exteriores. Ello supone estimular la autonomía y la responsabilidad.
Pero también la puntualidad en la escuela nos enseña mucho sobre nuestro trato con el tiempo propio y ajeno.
Jean Piaget descubrió que el niño comienza confundiendo el tiempo con el esfuerzo: "Más rápido equivale a más tiempo".
Es interesante consignar que estas investigaciones sobre el tiempo y la velocidad se inspiraron en los cursos internacionales de filosofía y psicología que se realizaban en el pueblo alpino de Davos. Ahora Davos alberga al Foro Económico Mundial y sería importante que se volviera a discutir allí el tema del tiempo, esta vez en el contexto de la sociedad globalizada del siglo XXI.
Hagamos una prueba sencilla. Se pide a un niño de 5 o 6 años que dibuje prolijamente una serie de palotes en un papel. Se lo interrumpe a los 15 segundos. A continuación se le indica que, esta vez, dibuje lo más rápidamente posible. Se lo vuelve a interrumpir a los 15 segundos y se pregunta ¿cuál tiempo fue más largo? o ¿cuál duró más? Invariablemente los niños responden que el trabajo más veloz llevó más tiempo. Si se repite esta prueba con niños mayores de 8 años, las cosas cambian: las dos intuiciones de tiempo y de velocidad se articulan en un "más rápido = menos tiempo".
Como contraprueba se pide al niño que permanezca con los brazos cruzados. Al cabo de 15 segundos se lo invita a mirar una imagen interesante otros 15 segundos. Todos los niños concluyen que el tiempo de espera parece mucho más prolongado que el dedicado a observar la imagen. En definitiva, podemos tanto subestimar como sobreestimar el tiempo sin tomar conciencia de ello. El "tiempo subjetivo" está ligado a la acción propia y depende de la actividad de nuestro cerebro, cuya capacidad de adaptación es enorme. Por eso la puntualidad es una cuestión de educación.
También es un reflejo de respeto al tiempo de los demás, ya que en la escuela y en la vida social, la puntualidad en la escuela es un signo de buena educación. Al ingresar a la escuela, se desarrollan todas las actividades de acuerdo a un horario que se establece en los reglamentos internos. Estos horarios permiten tener un orden, además que ayudan a la coordinación de las clases y descansos; todo esto consolida la actitud aprendida en el hogar. Sin embargo, en algunos casos hay personas que constantemente llegan tarde y, generalmente presentan excusas, por ejemplo, no sonó el despertador, mi mamá me retrasó, no pasó a tiempo el transporte, etc., y esto ocasiona un retraso para todos o distracciones que rompen con el orden de las actividades.
La puntualidad en la escuela y en general, es una regla que exige de la persona ejecutar determinada acción en un tiempo determinado, ya que aunque la acción sea realizada satisfactoriamente, desequilibra el balance de tiempo de todas las demás.
Ya sea en el trabajo, en la escuela, en una cita o en cualquier tipo de grupo social al cual se asista, la puntualidad es algo que debemos cumplir, pues todas las personas merecen respeto.
La puntualidad en la escuela se aprende, y nos enseña. Veamos sus dos caras. En cuanto a su aprendizaje, se trata de crear un hábito, que resulta importante en la vida. Por eso se debe impartir desde los primeros años. La escuela es un lugar ideal para hacerlo y para eso establece horarios fijos, con tiempos de clase y de recreo, de merienda y de juego, de estudio y de descanso. Esta segmentación es muy útil para crear una disciplina de trabajo.
La escuela utiliza la campana o el timbre para marcar los tiempos, pero sería mejor que enseñara a interiorizar y a respetar el tiempo, sin necesidad de señales exteriores. Ello supone estimular la autonomía y la responsabilidad.
Pero también la puntualidad en la escuela nos enseña mucho sobre nuestro trato con el tiempo propio y ajeno.
Jean Piaget descubrió que el niño comienza confundiendo el tiempo con el esfuerzo: "Más rápido equivale a más tiempo".
Es interesante consignar que estas investigaciones sobre el tiempo y la velocidad se inspiraron en los cursos internacionales de filosofía y psicología que se realizaban en el pueblo alpino de Davos. Ahora Davos alberga al Foro Económico Mundial y sería importante que se volviera a discutir allí el tema del tiempo, esta vez en el contexto de la sociedad globalizada del siglo XXI.
Hagamos una prueba sencilla. Se pide a un niño de 5 o 6 años que dibuje prolijamente una serie de palotes en un papel. Se lo interrumpe a los 15 segundos. A continuación se le indica que, esta vez, dibuje lo más rápidamente posible. Se lo vuelve a interrumpir a los 15 segundos y se pregunta ¿cuál tiempo fue más largo? o ¿cuál duró más? Invariablemente los niños responden que el trabajo más veloz llevó más tiempo. Si se repite esta prueba con niños mayores de 8 años, las cosas cambian: las dos intuiciones de tiempo y de velocidad se articulan en un "más rápido = menos tiempo".
Como contraprueba se pide al niño que permanezca con los brazos cruzados. Al cabo de 15 segundos se lo invita a mirar una imagen interesante otros 15 segundos. Todos los niños concluyen que el tiempo de espera parece mucho más prolongado que el dedicado a observar la imagen. En definitiva, podemos tanto subestimar como sobreestimar el tiempo sin tomar conciencia de ello. El "tiempo subjetivo" está ligado a la acción propia y depende de la actividad de nuestro cerebro, cuya capacidad de adaptación es enorme. Por eso la puntualidad es una cuestión de educación.
* Artículo de Puntualidad en la escuela por Antonio M. Battro
POR QUE SIENPRE IIEGAN TARDE
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